SOCIEDAD EN TIEMPOS DE CAMBIOS

Por Juliana Santillán 

Hace poco más de cincuenta años, Myrdal (1956: 391-2), premio Nobel de Economía, miraba con humildad y angustia el panorama económico internacional, al comprobar que cualquier análisis de los problemas de la integración -solidaridad- internacional resultaba desalentador si se atenía a la realidad. Consideraba que los problemas prácticos a afrontar eran inmensos y que las propuestas necesarias para llevarlas a la realidad requerían un cambio radical de actitudes en todas las naciones. No conozco gobierno alguno, en cualquier país, que esté afrontando verdaderamente estos problemas… Además, tengo la impresión y experimento la ansiedad de que el mundo está bogando a la deriva, hacia un destino inexplorado y cuyo rumbo no ha buscado deliberadamente.

Con un contexto diferente en muchos sentidos, sin embargo este diagnóstico refleja en gran manera la situación actual. ¿Qué puede proponerse hoy, en el escenario de la globalización, para encontrar un rumbo más solidario a esta sociedad planetaria? Cualquier propuesta solidaria que se haga hoy queda marcada por la crisis. Al hacer referencia a ésta no debe entenderse circunscrita o asimilada a la crisis financiera sobrevenida a finales del 2008, que se limita a un episodio del funcionamiento del sistema capitalista en una de sus dimensiones centrales, como ya ocurrió con otras crisis en los últimos treinta años, si bien ahora con una gravedad mayor. El punto de partida es que la crisis a la que hacemos referencia no es una más y su alcance se ha mostrado en toda su dimensión tras los acontecimientos desencadenados por el estallido financiero. Éste ha puesto de manifiesto la crisis, gestada desde años atrás, de un modelo no sólo de crecimiento sino también económico y social, que ha creado un deterioro medioambiental profundo, que cuestiona su sostenibilidad, y que ha instaurado un sistema de gobernanza incapaz de resolver problemas básicos de justicia e ineficaz en el cumplimiento de sus mínimos compromisos de equidad. No se trata ahora definir la crisis, sino únicamente de diagnosticar el desafío que abre.

El término crisis cabe entenderlo de dos maneras. Una, que toma su significado de la medicina, como un momento decisivo en el curso de una enfermedad, que “entra en crisis” cuando el peligro de muerte se acerca y la supera cuando se aleja de ese destino. La segunda, es la situación que se produce cuando las instituciones existentes se muestran incapaces de resolver los problemas que se presentan, porque fueron diseñadas para hacer frente a otro tipo de situaciones y de dificultades. La sociedad ha experimentado un proceso profundo de cambio ante el que no han sabido o no han podido acomodarse y se han quedado obsoletas. Se ha pasado de un crecimiento dentro de unas coordenadas a otro en que esas coordenadas se han modificado. Aunque se han puesto en marcha procesos para la revisión de esas instituciones o para la creación de otras nuevas, todavía no han emergido con capacidad operativa. La crisis se vive como una situación de transitoriedad y de incertidumbre, en la que la incapacidad de resolver los problemas hace que se padezcan sus efectos perjudiciales, pero es también un momento de esperanza y de apertura de oportunidades al abrir la necesidad de imaginar y crear un nuevo orden.

Esta crisis que enfrentamos se encuadra de alguna manera en ambas acepciones. Sin dudar responde a la segunda, pero, ante los datos de deterioro del medio ambiente y las respuestas que se dan, aparecen síntomas de una posible crisis de no retorno. Desde aquí hay que hacer la reflexión sobre la solidaridad si se quiere encontrarle un sentido y una función en las soluciones ante el desafío. En esta ventana que abre la crisis para la instauración de nuevas instituciones y en ese esfuerzo para conseguir la reversión del momento crítico del no retorno, ¿qué papel juega la solidaridad para diseñar objetivos, modos de funcionamiento, actitudes, etc.? ¿qué sentido tiene la búsqueda de una sociedad solidaria como la más adecuada para salir de la crisis? ¿qué instituciones deben ponerse en marcha para tener sociedades con comportamientos solidarios? Aclarando que las instituciones a que se hace referencia no son solamente las formales, sino también las informales que abarcan las conductas, las actitudes, los valores, etc. que mueven a las personas y organizaciones. Y con un énfasis en el significado que tienen estas cuestiones desde la perspectiva global.

Una mirada a los valores europeos de solidaridad. Hace cuatro años la UE manifestó preocupación por las carencias de su proyecto político y planteó la necesidad de reflexionar sobre cómo avanzar hacia una sociedad europea más cohesionada. De manera especial, le inquietaba la falta de respaldo de la ciudadanía en la creación del futuro europeo. Por eso se hizo la pregunta: ¿desde dónde hay que pensar Europa para que la ciudadanía la sienta como suya, deseada o conveniente? Quería encontrar una propuesta de sociedad que la ciudadanía viviera con entusiasmo, o, por lo menos, con esperanza y con convicción de que merece la pena.  Lo cierto es que en el fondo el interés era mucho más específico, ya que se trataba de conseguir la aprobación de la Constitución en cuyo proceso había sufrido varios varapalos. En todo caso, la coyuntura daba la oportunidad de aprovechar la ocasión del fracaso de la Constitución para plantear una nueva Europa. La necesidad de pensar de nuevo a Europa de una manera más cosmopolita desde la realidad de su diversidad, a partir de donde se podría construir una conciencia de la pertenencia conjunta que entendiera la diferencia de lenguas, culturas y tradiciones religiosas como una riqueza y no como un impedimento para la integración. Se preguntaba si una Europa cosmopolita puede despertar a los ciudadanos, incluso entusiasmarlos.

Desde luego sería un paso importante definir muchos de los problemas actuales como desafíos europeos, lo que supondría ampliar la cooperación interestatal mediante la soberanía compartida que hace a las naciones más fuertes, ello podría llenar a los ciudadanos de entusiasmo hacia Europa. La UE se convertiría en un modelo de gobierno en la era de la globalización. Sin duda que un enfoque como éste se inserta decididamente en una visión de construir una sociedad europea solidaria. Pero las instancias oficiales comunitarias fueron mucho menos ambiciosas en su propuesta.

Proponer un panorama sin más referencia que la propia UE corre el peligro de quedarse en un proyecto europeo centrado en sí mismo. La construcción europea no puede realizarse mirando sólo hacia adentro. Aunque la UE siempre haya tenido una visión de su papel hacia fuera, la visión interna ha marcado su origen. Pero las exigencias de la globalización y del papel que juega la UE en su gestación llevan a que la construcción interna no pueda realizarse sin una propuesta de cuál es su papel hacia fuera. Dicho de otra forma, la definición de qué países en desarrollo deberán estar a la altura de los compromisos recientemente adquiridos, refiriéndose al incremento de su esfuerzo financiero y a la mejora de la coherencia y la eficacia de la ayuda aportada colectivamente por los donantes europeos. Pero carece de una visión proactiva que le lleve a establecer objetivos de cohesión global.

Si queremos que nuestro mundo sea aceptable y digno en el futuro, debemos admitir ser ciudadanos de un único mundo interdependiente, unido por la camaradería mutua y por la búsqueda de ventajas recíprocas, por la compasión y por el interés particular, por el deseo de dignidad humana para todas las personas, aunque no tengamos nada que ganar personalmente al cooperar con ellas, aun cuando lo que tengamos que ganar sea el mayor beneficio de todos: la participación en un mundo justo y moralmente digno.

@SantillanJuli1

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