35 AÑOS DE DEMOCRACIA: DESDE AQUEL ARTÍCULO DE OSVALDO SORIANO HASTA ESTE PRESENTE

“Este presidente deberá mostrar melena de león, sigilo de gato nocturno, astucia de zorro, generosidad de sabio con el pueblo, cara de perro y puño de acero con los militares y civiles que han destrozado y desangrado a la Nación”.

Con estas memorables palabras comenzaba el artículo publicado en la inolvidable revista “Humor” en octubre de 1983 firmado por el recordado Osvaldo Soriano titulado “El nuevo Presidente frente a la historia”. A más de 35 años de aquel texto, su contenido cobra un significado aún mayor al que ya de por sí tenía al momento de su publicación. Y cada cual sabrá decidir si lo reclamado por Soriano se pudo cumplir o no.

“Para gobernar en plenitud, necesitará el consenso del adversario de ayer. Si no lo solicitara cometería un trágico error en un país que no admite más equivocaciones”, agregaba el autor de “Triste, solitario, y final”. Al escribir la palabra adversario, se refería claramente a quien resultara perdedor en la contienda electoral que se avecinaba, que finalmente fue el peronista Ítalo Argentino Luder. Nótese que el periodista habla de consenso, un término muy utilizado en épocas recientes, durante los mandatos kirchneristas, es decir, aproximadamente 25 años después de aparecido el artículo. La puja entre radicales y peronistas que sobrevino especialmente a partir de 1985 parece demostrar que los dirigentes de aquel entonces no estuvieron a la altura de las circunstancias.

En otro de sus párrafos, el texto rezaba que “o se abre una nueva etapa en el país, o nos esperan años aciagos en los que la integridad misma de la Nación estará comprometida”. Y agregaba: “Elegimos un presidente por seis años (N. de la R.: con la reforma constitucional de 1994 el período presidencial se acortó a 4 años), pero la situación de emergencia que vive el país exige que este hombre gobierne del brazo de la realidad, porque estamos al borde del abismo y no hay un minuto que perder”.

En aquella campaña electoral protagonizada casi exclusivamente por Raúl Alfonsín y el ya nombrado Luder, los grandes ejes de discusión pasaban por la astronómica deuda externa contraída por los militares, la precaria situación económica, las heridas incurables de la guerra de Malvinas y los derechos humanos. La deuda alcanzaba los casi 45.000 millones de dólares y ya se hablaba de miles de desaparecidos en la Argentina. Por ello, Soriano reclamaba “información inmediata sobre la suerte de los desaparecidos, castigo ejemplar a los culpables de violaciones de los derechos humanos, y la vigencia de todas las libertades y derechos garantizados por la ley”.

El ejemplar y valiente juicio a las juntas, así como también el juzgamiento de algunos líderes guerrilleros, si bien fue dimensionado en su justa medida recién con el paso de los años, fue un hecho histórico impulsado por Raúl Alfonsín. “La investigación más urgente que les espera al Parlamento y a la justicia es la que hace a las treinta mil personas capturadas con vida por las fuerzas represivas”, reclamaba el periodista. Lamentablemente, con el paso del tiempo los organismos que en aquellos tiempos gozaban de mucho prestigio, como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), hoy sufren un gran desprestigio. Pese a los llamados Juicios por la Verdad llevados a cabo desde 2003, los insultos y las provocaciones de Hebe de Bonafini, la mirada sesgada de Horacio Verbitsky (y la sospecha que recae sobre él sobre sus presuntos vínculos con la Fuerza Aérea), y ciertas posiciones de Estela de Carlotto han contribuido a esta situación. Aunque es justo reconocer que en 35 años de democracia ya se han recuperado más de 120 nietos. Pero tal vez una de las deudas del país sea hallar alguna figura legal que castigue a aquellos guerrilleros que también secuestraron y mataron: el hijo de Argentino del Valle Larrabure, y la viuda del Capitán Humberto Viola (asesinado en Tucumán junto a su hijita de 3 años), son sólo dos ejemplos de personas que exigen justicia.

En otro aparte, Soriano también reclamaba “una restitución progresiva a los trabajadores del salario arrebatado a partir de 1975”. La economía fue el gran talón de Aquiles del gobierno radical: heredó un régimen económico donde la participación de los asalariados en el PBI era del 24%, y cuando culminó el mandato aquella incidencia había bajado un punto. Durante el último año completo de gobierno, 1988, los desocupados y subocupados trepaban al 16% de la población económicamente activa, el PBI se derrumbó un 3,1% y la inflación trepó casi al 400%. Claro que como aliciente hay que decir que además de endeudar el país, los gobiernos militares dejaron vacías las arcas del Banco Central: entre 1976 y 1983 se fugaron de la Argentina 23.000 millones de dólares. Y Alfonsín tuvo que soportar 13 paros generales de la CGT encabezada por el cervecero Saúl Ubaldini en 5 años y medio de gobierno.

Escribía Soriano que “los sindicatos tendrán que promover un profundo cambio de estructuras, pero es cierto que muchas veces éstos han servido para frenar o mediatizar, negándola, la lucha de clases y los enfrentamientos con el poder militar y han burlado a sus propias bases”. Y agrega contundente: “Es importante favorecer una democratización de los sindicatos”. Apenas asumido, el gobierno de Alfonsín envió al Congreso la llamada “Ley Mucci”, que proponía, en sus preceptos principales, eliminar la CGT única y el sindicato único por actividad, obligar a incorporar las minorías a la conducción de los gremios, e impedir la reelección indefinida de los secretarios generales. Por apenas un voto en el Senado, el proyecto fracasó. 35 años después nada cambió. Pruebas al canto: entre febrero y abril de 1985 fueron elegidos al frente de sus gremios, entre otros, Juan José Zanola, José Pedraza, Oscar Lezcano y Armando Cavalieri. Sin embargo, es dable reconocer que la participación del asalariado en el PBI superó el 50% en 2017.

En su parte final, el autor de “No habrá más penas ni olvido” exclamaba que el nuevo Gobierno “debe trazar con toda claridad un proyecto político que entusiasme al país y lo ponga en marcha hacia la recuperación económica y moral”. Los primeros años de Alfonsín fueron en esa dirección, pero tuvo que adelantar 6 meses la entrega del poder. Empero, debió soportar dos intentos de golpes de Estado por parte de un Ejército desacreditado pero conservando cierto poder, un alocado y sangriento intento de copamiento guerrillero al cuartel de La Tablada, todos los sindicatos pidiendo su “cabeza” y la Iglesia y los grandes empresarios militando en su contra. Con el tiempo, la figura del primer presidente de la restauración democrática fue revalorizada.

Pese a la recuperación moral que exigía Soriano, la corrupción se enquistó en el Estado, expandiéndose y sistematizándose. En este aspecto, el rol de la Justicia es una de las grandes materias pendientes. La economía, por su parte, conoció ciclos de expansión y fuertes retracciones, con la hiperinflación de 1989 y la crisis de 2001 como hitos históricos. Esta última etapa generó la protesta social en la calle, bajo la forma de piquetes, por fuera de las estructuras sindicales. Una protesta social que hoy se encuentra absolutamente desbocada. La deuda externa, que creció sideralmente durante el Proceso trepando a los 45.000 millones de dólares, 35 años después supera los U$S250.000 millones. La pobreza, que llegó a alcanzar un pico de 60% en 2002, hoy está en 33%. Y la inflación continúa siendo el gran problema argentino.

Con todo, la última frase del texto de Soriano suena anacrónica: “Si no hubiera recuperación económica y moral, la Historia condenará al nuevo Presidente, y quizá, con él, a la Nación Argentina”. Pese a todo lo que funciona mal en la Argentina, o directamente no funciona, aquella premonición resultó afortunadamente equivocada.

Pablo Portaluppi

pabloportaluppi01@gmail.com

@portaluppipablo

 

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