Populismo pedagógico: Algunos “especialistas en educación” creen que las aulas bonaerenses son como las de Finlandia

Por Luis Distéfano

Alejados de la realidad de quienes transitan diariamente las escuelas públicas de la Provincia de Buenos Aires, muchos especialistas y políticos defienden la reforma al Régimen Académico que elimina la repitencia en bloque, sin tener en cuenta que hay mucho por hacer antes de tomar esta determinación.

Cabe recordar que en las últimas horas, el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, a través del ministro Alberto Sileoni (foto portada, junto al gobernador Axel Kicillof) anunció un profundo cambio en el sistema de educación secundaria que modifica los contenidos, retoma el sistema de evaluación con números y, además, habilita la posibilidad de no repetir de año y recursar las materias que los alumnos no aprueben, entre otras cosas.

La Resolución 587/11 establece. entre otras cuestiones, que “los estudiantes de secundaria pueden tener hasta 20 inasistencias institucionales por año (con justificación se pueden habilitar algunas faltas más) pero si exceden ese límite, deberán “rendir” las asignaturas en diciembre/febrero, sin dejar de asistir.

A su vez, define que “durante el año habrá 3 trimestres con calificación numérica y una nota final promedio de éstos”, añadiendo que “los alumnos que obtengan promedio final menor a 7, deberán acreditar los conocimientos ante Comisiones Evaluadoras, compuestas por dos profesores, en diciembre o febrero/marzo”.

En tanto, “el estudiante que adeude más de dos asignaturas luego de ésta última instancia recursará el año. Excepcionalmente se habilitará una Comisión Evaluadora Adicional en marzo conocida como “mesa de la 3° materia” entendida como una chance más para los que tienen pendientes hasta 3 asignaturas y así evitar repetir”.

En pandemia y postpandemia, se suspendió la aplicación de esta norma y luego se modificó parcialmente por otras resoluciones y comunicaciones que reemplazaron, entre algunas cuestiones, los trimestres por cuatrimestres, a la vez que eliminaron las calificaciones numéricas por escalas valorativas y las comisiones evaluadoras de diciembre y febrero, creando las instancias de “intensificación de aprendizajes”, entre otras creaciones, que bajaron estrepitosamente la calidad de los aprendizajes.

Asimismo, las inasistencias y “llegadas tarde” dejaron de tener, en la práctica, efecto real.

La “intensificación” conocida por los directivos y profesores de estos tiempos, supone, por ejemplo, que durante dos semanas, el docente de una materia como Física asista dos veces y en ese lapso enseñe los contenidos del año, explique los temas, y también evalúe. Demasiado.

Con suerte, tendrá algunos estudiantes que solo tengan algunas dudas o cuestiones pendientes, pero la gran mayoría estará compuesta por aquellos que nada hicieron durante todo el ciclo lectivo o se ausentaron constantemente.

Frente a las presiones de inspectores, directivos o padres, la “intensificación” se transformó en un trabajo práctico integrador, un módulo a enviar por mail, o alguna actividad integradora.  El estudiante aprobará y continuará feliz en una escuela que no exige y que le garantizará su “derecho a transitar la trayectoria de la secundaria” sin mayores inconvenientes y así gozar de su “derecho a la terminalidad al finalizar 6° año, como les gusta decir a los superiores.

Para ello, no importan los contenidos académicos, sino que obtengan su título.

En la secundaria de hoy, da lo mismo el estudiante que asiste, que respeta, que estudia, y que se esfuerza, que el que no hace nada de eso.  Con la reforma al régimen académico resuelta recientemente por el Gobierno de Axel Kicillof, sin lugar a duda esto se acrecentará.

Nuestras escuelas públicas estatales no tienen mantenimiento de su infraestructura: baños clausurados, falta de mesas y sillas, filtraciones, problemas de calefacción y ventilación, suciedad, riesgos eléctricos, escases de insumos para laboratorios o directamente inexistencia de éstos últimos, problemas de conectividad y notebook para pocos, son solo algunos de los tantos problemas que sufren hace décadas.

Asimismo, en las aulas abundan las situaciones de violencia y falta de respeto, el ausentismo extremo, el ingreso constante de alumnos a cualquier hora, el uso de celulares sin autorización o las apuestas en línea, esto último un problema gravísimo que tiende a crecer año a año.

El cuadro es dramático.

Un profesor que va de una escuela a otra, que no puede compartir una charla con un directivo o colega porque corre con los tiempos, que se enfrenta a un grupo de alumnos donde algunos prestan atención, pero mayoría no lo hace. Frente a un insulto o amenaza, solo puede bajar la cabeza y continuar, ya que no existen las amonestaciones o la suspensión porque ahora “los alumnos tienen derecho a la educación presencial”.

Todo en un contexto de un diseño curricular obsoleto que no prepara para el futuro próximo y un régimen disciplinario basado en la “reflexión – reparación” (reemplaza las sanciones punitivas) que no forma para el ejercicio de la ciudadanía responsable y la convivencia sin violencia.  

Y sigue. Programas de “acompañamiento a las trayectorias” con docentes designados por un período específico, que terminan aprobando sin exigencia y sin respetar la labor del profesor que estuvo frente al curso. Inspectores que reciben padres que se quejan y que luego presionan a los directores para rectificar acciones sin tomar en consideración el trabajo de los equipos escolares.

La autonomía institucional planteada en las Leyes de Educación Nacional y Provincial fue reemplazada por la “bajada” de los funcionarios políticos (Inspectores jefes) a través de los equipos de supervisión.

En este escenario, el Consejo General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires compuesto por el ministro y 10 consejeros con mandatos anuales (6 propuestos por el Ejecutivo y 4 elegidos por voto de los docentes de la provincia, aunque no se celebran elecciones desde hace más de 15 años y se designan por acuerdos político-sindicales), aprueban en forma unánime y sin grieta política -peronismo, UCR y PRO- la reforma conocida esta semana.

Frente a las explicaciones del Director General de Cultura y Educación, de consejeros y de especialistas, surgen demasiadas preguntas:

¿Qué adultos van a cuidar a los estudiantes que “intensifiquen” lo adeudado?

¿Los profesores “intensificarán” mientras dan clases a los que si acreditaron?

¿Van a entrar y salir de la escuela según la asignatura a cursar o recursar?

Con la complejidad de espacios y horarios de la estructura escolar, ¿en qué horarios asistirán?, ¿en qué aulas?, ¿con qué profesores?

¿Es posible que aprendan contenidos de un año en apenas un par de encuentros?

El “equipo de trayectorias” ideado, ¿actuará en base al proyecto institucional o requiriendo aval de la Jefatura política?; ¿deberá alinearse a las presiones para facilitar todo?

Si el estudiante no se presentara, ¿seguirá acumulando asignaturas indefinidamente mientras cursa las correlativas o las nuevas?

Con la desaparición de las instancias de examen o comisiones evaluadoras con dos profesores, ¿cómo se enfrentarán a un parcial o final en sus estudios posteriores?; ¿con un trabajo práctico?, ¿con una actividad enviada por mail?, ¿con un módulo?

Si debieran asistir los sábados o fuera de horario escolar, ¿quién abre y cierra la escuela?, ¿los auxiliares asistirán?, ¿los preceptores?

Llegará un momento en que administrativamente tendremos cientos de alumnos con condiciones totalmente diferentes, sin vincularse con grupos de compañeros y que no soportarán la cantidad de horas que requerirá esta reforma, ya que no podrá aplicarse como en la Universidad, sencillamente porque deberá concretarse durante los 6 años del secundario.

El debate no es “repitencia si o repitencia no”. Eso puede considerarse y aplicarse en otro contexto.

Los que están en la “trinchera” saben que la intensificación es “verso”. Que es un nombre más al facilismo que arrancó con los recuperatorios de recuperatorios.

Que hay que esconder el fracaso que generaron las decisiones de las últimas décadas, pero, sobre todo, las de estos últimos 4 años.

La prioridad debería pasar por repensar la secundaria en su totalidad. Actualizar los diseños, pero en base al mundo con el que se enfrentarán los egresados y no a la carga horaria o incumbencias de los docentes.

Definir obligatoriamente la concentración de horas para terminar con los “profesores taxi” y que los colegas puedan comprometerse con una sola escuela en donde den clases, hagan tutorías, se capaciten y concreten proyectos.

Retomar acuerdos de convivencia que contemplen las adolescencias actuales pero que impongan límites claros y consecuencias graves en función de los hechos. Una secundaria en un entorno amigable, con exigencia académica, respeto a la convivencia y donde se reconozca el esfuerzo.

En pocas paabras, que sea un espacio de certezas.

Prof. Luis Distefano

@DistefanoLuis en X

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