La cantidad de homicidios en la ciudad de Mar del Plata creció nada menos que un 133% en los primeros tres meses de 2023 respecto a igual período del año pasado, según datos difundidos por la ONG Asociación familiares de víctimas del delito.
Mientras que entre enero y marzo de 2022 se habían registrado 6 crímenes en todo el distrito, durante el mismo lapso de este año la cifra trepó a 14, de los cuales 1 fue un femicidio.
Si bien no debe tomarse como un reflejo cabal de lo que pueda estar sucediendo en toda la provincia de Buenos Aires en materia de inseguridad, y mucho menos en el país, al tratarse Mar del Plata de la séptima ciudad más poblada de la Argentina y el cuarto distrito electoral bonaerense, los datos no debieran ser desatendidos.
Y aunque van en línea con los últimos sucesos ya conocidos, se contradicen con las propias estadísticas oficiales, que hablan de una baja de los homicidios.
Pero también hay que decir que las estadísticas del año 2022 a nivel nacional brillan por su ausencia. Algo a lo que nos tiene acostumbrados el kirchnerismo.
La última información disponible del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC) abarca hasta el 31 de diciembre de 2021. En 2019, último año de la gestión de Mauricio Macri, se registraron en la Argentina 2.238 homicidios dolosos. En 2020 subieron levemente, produciéndose 2.348 crímenes.
En 2021, según el Gobierno, la situación mejoró: se registraron 2.019 homicidios lo que representó una caída del 16% con respecto a 2020.
Y según el Informe sobre Delitos y Violencias en la Provincia de Buenos Aires realizado por el Observatorio de Políticas de Seguridad de la Universidad de La Plata (OPS), en el período 2009-2021, los homicidios dolosos tuvieron un descenso, pasando de 1335 en 2009 a 794 en 2021. Es decir, que la tasa bajó de 8,5 cada 100 mil habitantes en 2009 a 4,5 cada 100 mil en 2021.
No parece ser esta la vivencia de la gente. Y en todo caso, en los últimos meses la cosa empeoró.
En ese sentido, también en Mar del Plata había habido una reducción durante 2022. De acuerdo al Centro Municipal de Análisis Estratégico del Delito (CeMAEDMGP), se produjeron 32 asesinatos en todo el año, contra los 41 de 2021.
Sin embargo, en tren de comparaciones, el escenario empeoró notablemente en lo que va de 2023: en apenas 3 meses, ya hubo casi la mitad de homicidios que en todo el año pasado.
Peor aún: durante el primer semestre de 2022, se habían registrado en la ciudad 10 hechos, cifra ya superada entre enero y marzo de 2023.
Pero no son solo números. Las víctimas tiene nombre y apellido: Valeria González, Miguel Ángel Rojas, Jeremías Fredes, Andrés Casco, Daniel Campos, Alan Salinas, Franco Correa, José Tellechea, Claudio Delgado, Lucio Garay (17 años), Jorge Luis Sosa, Juan Iván Miranda, Juan David Anchoverri, y Víctor Corbalán.
Personas que perdieron la vida por la inseguridad. 7 de ellos ocurrieron en la vía pública.
En Mar del Plata operan 4 fuerzas de seguridad: Policía de Seguridad Aeroportuaria, Prefectura, Policía Federal, y la bonaerense. Según este medio reveló oportunamente, hubo reuniones a fines del año pasado con importantes funcionarios judiciales, donde los jefes de las fuerzas manifestaron sufrir una notable escasez de recursos para poder afrontar investigaciones ante el delito del narco y una preocupante falta de personal.
Lo que se traslada, en verdad, a todo su accionar. Muy grave en un contexto de crecimiento tanto de la pobreza como de la marginalidad.
“Entre fines de los 80 y finales de los 90, la ciudad no abandonó nunca los diez primeros puestos de urbes con mayor número de homicidios del país. La delincuencia alcanzaba cotas insoportables en todos los barrios. La mujer había perdido la cuenta de gente conocida que había muerto asesinada. Al repasar los retratos de sus anuarios escolares, señalaba a los chicos y las chicas que habían terminado muertos, en la cárcel o en la droga. Eran al menos la mitad”.
Este relato, que bien podría aplicarse a cualquier poblado de la Argentina de hoy, en verdad pertenece al periodista norteamericano George Packer, en su libro “El desmoronamiento”.
Los hechos narrados refieren a la ciudad de Youngstown, Ohio, uno de los estados históricamente más industrializados de EEUU. En aquellos años, los diarios más sensacionalistas titulaban frases como “Sorprendente tendencia: los estadounidenses temen salir de su casa”, o “Las ciudades baten records en la tasa de asesinatos. La juventud juega un macabro papel en ello”.
Repasar las experiencias ajenas para comprender lo que ocurre fronteras adentro no sólo es muy útil, sino que además podría hallarse en ellas más de un llamativo punto de contacto.
Datos concretos. Según el organismo federal Law Enforcement Assistance Administratios, solo durante 1972 se produjeron en Nueva York 4 millones de robos con intimidación, 145.000 violaciones y, atención, 20.000 homicidios. Por aquellos años, la población de todo el distrito era de 18 millones de habitantes.
Y fue justamente en Nueva York donde se aplicó la famosa política llamada de “Tolerancia Cero” instrumentada por el alcalde republicano Rudolph Giuliani a partir de 1994, inspirada en “la teoría de las ventanas rotas”, creada por el criminólogo George Kelling y el politólogo James Wilson en 1982.
La teoría sostiene básicamente que mantener los entornos urbanos en buenas condiciones puede provocar una reducción del vandalismo y de las tasas de criminalidad: “Si hay un edificio con una ventana rota y la misma nunca se repara, los vándalos tenderán a romper todas las demás ventanas que allí hubiera, para luego directamente ocupar el edificio y destruirlo por completo. Arreglar los problemas cuando aún son pequeños”.
En esencia, se dejó de lado la situación socioeconómica y se puso énfasis en el ejemplo y la acción directa.
Los críticos de esta política hacen hincapié en que se avasallaron libertades individuales y existieron actitudes desmedidas por parte de la policía, subrayando que en verdad la disminución de la violencia fue un cambio nacional.
Lo cual es cierto si se observan algunos datos: entre 1990 y 2007, el delito bajó un 77% en todo EEUU. Y mientras que en 1991, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes era de 10,5, en 2015 bajó a 4,9.
Básicamente, según los expertos, el cambio consistió en trabajar en la prevención de crímenes, pero en especial en los delitos menores y las contravenciones. La policía debía sancionar todas las infracciones, por más pequeñas que sean.
Y en paralelo, comenzó una fuerte depuración a fondo de la propia policía, descentralizando las 76 comisarías que tiene todo el Estado de Nueva York, desde Manhattan hasta Staten Island.
A pesar de la corrupción policial existente, el Estado confió fuertemente en su principal fuerza de seguridad y la dotó de instrumentos, herramientas y recursos para hacerla más eficiente, a la vez que iba depurando sus cuadros y haciendo más exigente el ingreso a sus filas.
Hoy, la preparación de un agente raso no dura menos de dos años para que salga a patrullar y no cualquiera puede ingresar. De hecho, el Departamento de Policía de NY está considerado por los propios neoyorkinos como la mejor fuerza policial del país.
Aunque si bien en los últimos años aumentó la violencia en el país, y en especial en Nueva York, tal vez sea hora de eliminar ciertos prejuicios y aprender de lo que hicieron otros países.
pablo@elobservadoronline.com.ar
@PortaluppiPablo
El título dice que soy Licenciado en Periodismo, pero eso poco importa. Lo más importante es que solo dependo de mi.