Por Luis Distéfano
Que los legisladores debatan sobre educación y que esto genere visibilidad mediática siempre es importante porque sabemos que no es una temática de agenda prioritaria y en esto, no hay grieta.
La declaración de la educación como servicio estratégico esencial es bienvenida, pero en la práctica no resuelve ninguno de los problemas que atraviesa la escuela argentina, y mucho menos, la bonaerense.
La iniciativa aprobada en Diputados dispone un sistema de guardias mínimas educativas obligatorias que garantice la apertura de todos los establecimientos escolares y el servicio de alimentario escolar.
En caso de una medida de fuerza de uno o dos días, el proyecto establece que deberá instrumentarse una guardia mínima del 30% de docentes y no docentes; y en el caso que esta se prolongue por más de tres días continuos o discontinuos, esa guardia “deberá contemplar un 50% de asistencia”.
Imaginemos su aplicación con un ejemplo claro: escuela primaria con doce secciones de treinta alumnos cada una. Los sindicatos convocan a huelga de dos días y se garantiza una guardia con cuatro docentes (poco más del 30%) ¿Las cuatro maestras deberán hacerse responsables de los trecientos sesenta estudiantes? ¿Cómo dan clases? ¿De qué manera garantizan el cuidado de noventa menores cada una?
A diferencia del transporte e incluso de los hospitales, es inaplicable un sistema de guardias en una escuela con niños y adolescentes donde los adultos son civilmente responsables de su guarda.
Si para resolver esta cuestión una provincia planteara, por ejemplo, cubrir con suplentes ¿Cómo hace un director para designar reemplazantes a las 7,30 hs de la mañana con los alumnos en el establecimiento? ¿Qué dependencia estatal los nombrará en ese tiempo?
La otra opción sería que los alumnos que no tienen docentes presentes ¿se retiren?, ¿no vayan a la escuela? Entonces, ¿en que modifica lo que sucede en el presente?
Que la escuela esté cerrada durante una medida de fuerza es algo que nunca debió suceder. Si pasó es porque los Inspectores no aplicaron la normativa vigente. En cualquier caso, es lo único que veo adecuado en esta propuesta aprobada en la Cámara de Diputados
¿Cuáles son algunos de los problemas educativos que realmente hay que resolver?
En una nota del diario “La Nación” de esta semana titulada “Ya es indisimulable…” aludiendo a la preocupación de las Universidades sobre el nivel académico de los ingresantes se destaca que “en los últimos años los docentes detectan, además de un nivel académico bajo, un manejo del lenguaje más acotado, así como problemas de concentración, de atención y de tolerancia a la frustración”.
Para quienes leen nuestros artículos o se desempeñan en las escuelas bonaerenses, esto no es una novedad. Es más, a partir de las modificaciones al Régimen Académico de secundaria, esto se agravará.
Los mayores déficits en lo académico se observan en matemática y en las dificultades de lecto comprensión, a la vez que se destaca que esta situación viene empeorando desde las últimas dos décadas.
La grieta entre secundaria y Universidad es cada vez más amplia, y no discrimina entre egresados de escuelas estatales o privadas. Mientras que en la secundaria hay más laxitud, priorizando la permanencia por sobre los contenidos, en el nivel superior aprueba el que demuestra adquirir los conocimientos necesarios. “Sabes o no sabes” y esto tiene su lógica debido a la necesidad de formar profesionales con la aptitud requerida para ejercer por ejemplo, la medicina, la arquitectura, o la ingeniería.
Otro problema resaltado es la intolerancia a la frustración y sobre este punto, la responsabilidad de las autoridades educativas es total e intencional.
En la secundaria bonaerense la repitencia fue eliminada, al igual que las consecuencias de llegar tarde, ausentarse, desaprobar o cometer faltas graves que requerirían sanciones punitivas y no las llamadas acciones de reflexión o reparación.
La cultura del “todo es lo mismo” y la estigmatización del mérito y del esfuerzo son parte del trayecto por la secundaria, fortalecido aún más por la normativa puesta en práctica este año por el Gobernador Axel Kicillof a cuyo slogan “derecho al futuro” hay que reformularlo como “derecho a un futuro mediocre”.
La mayoría de los llamados especialistas en educación, pero alejados del aula, coinciden en responsabilizar al profesor por no innovar ni lograr clases atractivas que compitan con tiktok. Repiten que las nuevas generaciones no toleran docentes que exponen durante horas los contenidos disciplinares, muchas veces aburridos.
No tienen la menor idea del presente de nuestras escuelas. Lograr que un colega pueda exponer por más de 10 minutos es un desafío diario.
Los estudiantes no toleran los límites y los docentes no tienen herramientas reales para encauzar situaciones de conflicto.
El clima áulico esta caracterizado por diversidad de alumnos: algunos estudiantes que se comprometen con el conocimiento, otros estudiantes con proyecto de integración que a veces son acompañados por adultos y una gran mayoría que no tiene interés, que molestan, que insultan, que agreden o que duermen o se conectan con su celular. Paralelamente, algunos llegan tarde, otros se retiran con excusas variadas y muchos se ausentan en forma crónica.
A los docentes se les quitó la autoridad. Recuperarla no está en los planes de gobierno bonaerense.
Revertir las acciones deliberadas de las últimas décadas debe ser la brújula que nos permita convertirnos en una sociedad mejor y sin excluidos.
Prof. Luis Distefano (Director de PROFE.AR)
@DistefanoLuis en X