MACRI, CRISTINA, EL PAPA: EL INFIERNO ES REPETICIÓN

La Argentina parece empecinada en no salir nunca de su propio laberinto. El escenario político nacional se presenta entre anodino y dramático: a más de 15 años de la brutal irrupción del kirchnerismo, y a 36 meses del triunfo de Cambiemos en la elección presidencial, el futuro del país continúa dirimiéndose entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Resulta notoria la escasa capacidad de los dirigentes para renovarse. Y el dudoso desempeño de encumbrados líderes morales de cara a la realidad argentina, a la que escudriñan desde lejos y a través de cuestionados voceros. Pero no se puede dejar de soslayar la enorme responsabilidad de la sociedad en la construcción de un futuro más promisorio que el que se presenta.

Desde el primer minuto de su gobierno, el mandato del Presidente Macri estuvo condicionado por dos elementos bien delimitados: la ética y la seguridad. Inclusive, ambas demandas superaban con creces los reclamos económicos. La sociedad podía ser capaz de tolerar un ajuste en sus gastos cotidianos con tal de percibir una notoria mejora en su calidad de vida y de asistir a una necesaria renovación del Poder Judicial en la condena a la corrupción. A casi tres años de gobierno macrista, la economía se derrumbó, las causas judiciales se entremezclaron con las necesidades políticas de los jueces –y también de algunos funcionarios-, y los piquetes y cortes de calles se han incrementado peligrosamente, casi rozando el límite de la paciencia ciudadana.

Quizá demasiado influenciado por el discurso de Jaime Durán Barba, el Presidente optó por no explicitar la gravedad de la situación económica que heredó, y la sociedad se encontró con un brusco ajuste (canalizado en la fuerte depreciación de la moneda), a destiempo y en forma inesperada. Este empeoramiento de las variables económicas hace mella en un cuerpo social harto de los paros sorpresivos y los piquetes. Pero lo que no se puede prever es hacia dónde la sociedad podrá canalizar su hastío.

Aquí convendría detenerse en una cuestión muy sensible. El Presupuesto 2019 recientemente aprobado contempla para el Ministerio de Desarrollo Social partidas por casi U$S18.000 millones. El incremento en la cartera conducida por Carolina Stanley con respecto a 2018 es astronómico: para el año en curso el presupuesto asignado fue de U$S4.800, lo que representa un aumento de casi un 400%. Aunque hay una salvedad: para el próximo ejercicio, el área de Salud se incorporó a Desarrollo Social. Así y todo, la incidencia de aquella en el número final es relativamente pequeña. Para tener una noción cabal de los recursos destinados a la contención social, habría que compararlos con los asignados a Defensa y a Seguridad: mientras que el primero ostenta poco más de U$S2.800 millones, el área conducida por Patricia Bullrich, quien tiene a cargo nada menos que la seguridad del inminente G-20, apenas supera los U$S3.000 millones.

Pese a aquello, las organizaciones sociales están en pie de guerra con el Gobierno, que protagonizaron el 22% de los 596 piquetes que se registraron en todo el país durante el último mes de septiembre. Si bien en octubre se registró una merma de los mismos (473 cortes), en noviembre se observa un nuevo incremento. Por caso, en la ciudad de Mar del Plata, una de los conglomerados urbanos con mayor desocupación de la Argentina, la organización “Barrios de Pie” viene realizando diversas protestas casi en forma diaria, impidiendo el tránsito en la Ruta 2, acampando frente al Palacio Municipal, marchando por la pintoresca calle Guemes, o directamente pidiendo comida frente a reconocidos supermercados. No es casual tampoco que el dirigente Juan Grabois, líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), haya lanzado en la ciudad costera un nuevo espacio, el Frente Patria Grande, que apoyará una eventual candidatura de la ex presidenta Cristina Kirchner. Grabois tiene un fuerte arraigo en Mar del Plata, además de poseer una estrecha y conocida relación con el Papa Francisco, y de ser, en los hechos, algo más que un vocero suyo.

Mientras que Grabois lanzó su nuevo Frente el 22 de octubre, apenas 2 días antes, el Arzobispo de Mercedes y Luján, Agustín Radrizzani, en una misa en esta última ciudad organizada por el Frente Sindical liderado por Hugo Moyano bajo la consigna “Paz, pan y trabajo”, exhortó a los concurrentes al acto-misa a “construir una alternativa humana a la globalización excluyente”. Al religioso lo escuchaban, además de Moyano y su hijo Pablo, el ex secretario de comercio kirchnerista Guillermo Moreno, el ex candidato presidencial por el Frente Para la Victoria Daniel Scioli, el ex gobernador Felipe Solá, el ex intendente kirchnerista de La Matanza Fernando Espinoza, además del amigo papal Gustavo Vera, y por supuesto, el ya mencionado Juan Grabois, entre varios otros.

En el número 26 de la antigua revista “Cristianismo y Revolución”, del mes de diciembre de 1970, se publicó una carta abierta de las Fuerzas Armadas Peronistas dirigida a los Sacerdotes para el Tercer Mundo. Este Movimiento de curas fue creado en 1967, básicamente con el propósito de cuestionar la esencia conservadora de las jerarquías eclesiásticas, claramente influido por la aparición del Concilio Vaticano II, anunciado por el Papa Juan XXIII en 1959 (año de la Revolución Cubana), que propuso, en pocas palabras, una renovación de la Iglesia Católica y manifestó claramente una preocupación por los pobres y los problemas de marginalidad social. Dicho Concilio también generó la revisión de diversas posiciones, como teológicas, litúrgicas y pastorales. Ello originó en la Argentina el surgimiento de distintos grupos religiosos: la Juventud de Estudiantes Católicos, la Juventud Universitaria Católica, la Juventud Obrera Católica, las Juventudes Agrarias Cristianas, además del ya mencionado Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

En aquella carta publicada en “Cristianismo y Revolución”, que se considera la primera revista “revolucionaria” de las tantas que surgieron luego, las Fuerzas Armadas Peronistas –una de las tantas organizaciones violentas surgidas en aquellos tiempos- afirman claramente que la Iglesia y el Pueblo se están separando en sus fines: “La realidad brutal del Tercer Mundo con su río de injusticias, hambre y dolor, ha desbordado a la Iglesia, la ha superado ampliamente”. Y le dice al cura tercermundista que él tiene un conflicto, que ve separarse y oponerse cada día más a la Iglesia a la que pertenece y el Pueblo. Y en otro párrafo de su extensa misiva, le marca el camino a seguir a los sacerdotes: “La triste realidad que está viviendo nuestro pueblo es algo que ustedes conocen muy bien”. Y agrega que “el hombre de Iglesia siente en su conciencia la necesidad de comprometer su vida en la solución de los problemas, como la injusticia y la humillación”. Y finaliza: “El compromiso del sacerdote con el pueblo no debe limitarse a la denuncia, a la palabra, al trabajo, sino que debe hacerse presente en la vanguardia del pueblo con la violencia del amor”. Como se aprecia, el grupo pretendidamente intelectual “Carta Abierta” no inventó nada.

Más acá en el tiempo, el Arzobispo Agustín Radrizzani dijo en aquella especie de misa en Luján que “el futuro de la Nación no está únicamente en manos de los dirigentes, está fundamentalmente en manos de nuestro pueblo. En su capacidad de organizarse para lograr este proceso de auténtico cambio”. Y en otro párrafo de su encendido discurso, aseveró que “nuestro pueblo debe ser artífice de nuestro propio destino y no quiere tutelajes, ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil”. Y exhortó a que “no nos dejemos robar el entusiasmo, ni la esperanza, ni la alegría permanente”. Para finalizar: “No nos dejemos robar la comunidad”. Extrañas coincidencias.

Si bien se presenta cada vez más claro que el actual Papa, Jorge Bergoglio, nunca militó directamente en ningún movimiento peronista de los tantos que irrumpieron hacia fines de los ´60 (ni siquiera en Guardia de Hierro), es altamente probable que Francisco se haya nutrido de todo el discurso de aquella época y haya consumido, como buen lector que es, las diversas publicaciones surgidas al calor de aquellos álgidos años: desde la citada “Cristianismo y Revolución”, hasta “El Descamisado”, “La Causa Peronista”, y “Puro Pueblo”, entre otras. Alguna vez el ex Director del diario bahiense “La Nueva Provincia”, Vicente Massot, dijo de Bergoglio que “el Papa es populista no porque esté en contra del capitalismo. Es sencillamente porque no entiende al capitalismo. Se quedó atado al pensamiento dominante de los setenta”.

Si el Sumo Pontífice estuvo o no detrás del aquel acto-misa de Luján, quizá no sea lo importante. A veces, los líderes influyentes no necesitan emitir una orden para que se cumpla una acción. Basta con solo realizar un gesto para que sus acólitos corran inmediatamente a complacer a su mentor. Tiene razón el escritor Jorge Asís cuando dice que “con los problemas mundiales que tiene el Papa, no se va a andar metiendo en la politiquería argentina”. No debería hacerlo, pero evidentemente lo hace. Al firmar camisetas, al ofrendar rosarios, al recibir a sindicalistas y dirigentes altamente cuestionados, o sencillamente haciendo un mal gesto facial para una foto nada menos que junto al presidente elegido por el pueblo de su propio país. No parece casual que en los últimos días haya tomado cuerpo una eventual candidatura presidencial de Cristina, quien alinearía detrás de ella a dirigentes como Juan Grabois, Pino Solanas, Felipe Solá, Alberto Fernández, Roberto Baradel, la familia Moyano, Victoria Donda, Hebe de Bonafini. Personas muy distintas entre sí, pero que quizá tengan todas ellas algo muy potente en común.

Es sabido que Bergoglio solía citar frases de John William Cooke. Alguna vez este importante intelectual del peronismo fallecido en 1968 dijo: “Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encausada en un movimiento de liberación, adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito”.

A veces el pasado suele echar luz a la presunta complejidad del presente. Aunque la constante repetición remita inevitablemente al infierno.

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