Por Pablo Portaluppi
El Colegio Argentino de Terapia Intensiva (CATI) difundió un comunicado en el que afirma que la carencia de especialistas es un “peligro nacional”, revelando que, por las condiciones laborales, se triplicó la falta de médicos formados, por lo que cardiólogos, clínicos o médicos de otras disciplinas están cubriendo algunos de esos puestos. “El sistema de salud está en estado crítico, una realidad que no se está considerando cuando se piensa en las políticas de salud. Hay un colapso, en el que la terapia intensiva es la más deteriorada del sistema“, se dijo desde CATI.
Estas declaraciones no deberían llamar la atención ni sorprender a nadie de no ser porque fueron vertidas para analizar la situación de la especialidad en el período comprendido entre 2007 y 2013. Siete años después, la situación no varió en absoluto.
En una carta que se difundirá en las próximas horas, la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) le solicita al Presidente Alberto Fernández, al Ministro de Salud Ginés González García, y a sus pares de todas las provincias, una mejora en las remuneraciones de los médicos intensivistas, como así también de los kinesiólogos y las enfermeras de la misma especialidad, aduciendo que “los tres son los pilares fundamentales de la Terapia Intensiva”. Esta misiva se da a conocer cuando en varias regiones del país están sufriendo una alarmante falta de recursos humanos en el momento más crítico de la pandemia de coronavirus.
Firmada por la Presidenta, la Dra. Rosa Reina, y el vicepresidente, el Dr. Guillermo Chiappero, la entidad explica que “esta pandemia que estamos atravesando ha dejado al descubierto las debilidades y carencias del sistema de salud, especialmente el público”, agregando que “una de estas carencias es la disminución progresiva en el número de profesionales enfermeros, médicos y kinesiólogos de las Unidades de Terapias Intensivas (UTI)”.
La misiva hace hincapié en las condiciones laborales de la especialidad, aclarando que es “una actividad crítica de alto riesgo, muy estresante, al ser de guardia activa en la gran mayoría de los lugares de trabajo”. A la vez, cuestionan que la remuneración que perciben no es acorde al tipo de actividad, “con alta responsabilidad en la toma de decisiones de pacientes que están padeciendo patologías de alto riesgo de vida”.
Un médico intensivista percibe de bolsillo por una guardia de 24 horas, entre $10.000 y $24.000. Dichas sumas varían de acuerdo a la provincia donde desarrollan su trabajo. Por su parte, los ingresos de los enfermeros son muy variables, oscilando entre $23.000 y $52.000 por 40 horas semanales de trabajo, y los kinesiólogos, también por cada guardia de 24 horas, cobran entre $11.300 y $15.000. En el caso de los médicos, SATI reclama elevar el salario de bolsillo a $75.000 por cada guardia, $120.000 mensuales con un régimen de 36 horas semanales para los enfermeros, y $45.000 a los kinesiólogos.
Como sucede en todos los casos, en cada guardia el médico permanece 24 horas en el hospital donde se desempeña, lo que implica que cada profesional trabaja 84 horas semanales en una sola institución, aunque muchos trabajan en dos o tres lugares.
La carta culmina explicando que debido a las bajas remuneraciones actuales, “cada profesional intensivista se ve obligado a trabajar en más de un establecimiento (pluriempleo) para mejorar sus ingresos y su calidad de vida. Estas condiciones han puesto a la especialidad de Terapia Intensiva como una de las que presenta el porcentaje más alto de Síndrome de Burnout entre sus profesionales”. El síndrome de Burnout está relacionado con una respuesta de estrés crónico en el trabajo. Generalmente, se caracteriza por un progresivo agotamiento físico y mental.
Por su parte, en un “paper” que circuló en las últimas horas, la Regional SATI Provincia de Buenos Aires (Conurbano), observó en la zona una tasa de ocupación de camas UTI (Unidades de Terapia Intensiva) del 88%, aunque en el mismo trabajo se aclara que “ésta es sólo una muestra de alguno de los Hospitales públicos, por lo que no es prudente extraer conclusiones por encima de las estadísticas oficiales”, que muestran números ostensiblemente menores.
Se trata de un muestreo voluntario de 19 Terapias Intensivas del Conurbano de la Provincia de Buenos Aires, se registra una fuerte demanda de camas de UTI, realizado el 28 de agosto del cual participaron 19 Instituciones, 12 públicas y 7 privadas. De un total de 346 camas, se observó una tasa de ocupación del 88%, de las cuales 59% fueron pacientes Covid 19 con 78% en ventilación mecánica (ARM).
Ya en 2007, tanto el Colegio Argentino de Terapia Intensiva como SATI advertían que faltaban 700 especialistas para la cantidad de camas disponibles. En 2014, la misma estimación mostraba que ese faltante se había triplicado, según aseguraban los expertos: se debían sumar unos 2100 intensivistas a los 1200 que atienden las 9116 camas en las 854 unidades del país.
También seis años atrás, los expertos alertaban sobre la falta de recurso humano: “La decisión de pasarse a otro servicio o concursar por la residencia en otra especialidad más rentable, con horarios más cómodos o sin tantas guardias (el 42% de los intensivistas, por ejemplo, realizan más de dos guardias semanales para mejorar sus ingresos), tiene mucho que ver con condiciones laborales poco atractivas para los médicos con más de una decena de años de formación o los que recién terminaron la facultad”.
Para peor, también se advertía desde aquel entonces el escenario que hoy sufren vastas regiones del país en el contexto de la pandemia de coronavirus: “De sostenerse esta tendencia, es altamente probable que una población atendida por una especialidad diezmada, sobreexigida, inadecuadamente remunerada o con condiciones laborales adversas se vea sometida a riesgos”, a la vez que señalaba que “en el interior, los hospitales están equipados para los cuidados críticos, pero no se pueden utilizar porque no hay personal”. La historia cíclica de la Argentina.
El 24 de mayo de 2004, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner anunciaba el “Plan Federal de Salud 2004-2007”, que se proponía ambiciosos objetivos en la materia, entre ellos, “la regulación de los recursos humanos”. En el proyecto se remarcaba que “los recursos humanos, su ordenamiento racional, su planificación y distribución son un componente central en las modificaciones y reformas que aspiramos a instalar en el sistema de salud. No hay cambio posible si no transformamos casi en su totalidad el sistema de oferta y demanda de los presentes y futuros recursos humanos desde la perspectiva del modelo ágil y flexible que pretendemos llevar adelante”.
Para lograr aquellos fines, se obligaba a “delimitar las prioridades de formación en términos cuanti y cualitativos en forma concertada con las Instituciones Formadoras Públicas y Privada y los Entes de Rectoría, interviniendo en el establecimiento de estándares de calidad de la formación de grado y de especialidades del equipo de salud, así como también del conjunto de profesiones colaboradoras de la medicina”.
A la vez, prometía “promover la formación de profesionales con énfasis en medicina generalista, o su reconversión, a fin de contar con equipos de salud con capacidad de intervención en las prioridades definidas por las políticas sanitarias de este Plan”.
Cuando el ex mandatario hacía estos anuncios flanqueado por todos los gobernadores de entonces, el Ministro de Salud era Ginés González García y el Jefe de Gabinete, el actual Presidente Alberto Fernández.
En la actualidad, la provincia de Mendoza está atravesando momentos complejos con la ocupación de camas de terapia intensiva, que están en un 90%, según manifestó el propio gobernador, Rodolfo Suárez. Y también los 200 terapistas que tiene la provincia están también en una situación crítica, por la sobrecarga de trabajo que están sufriendo. Jujuy, por su parte, recibió una veintena de médicos y enfermeros para enfrentar el colapso sanitario.
Otra de las grandes ciudades castigadas por esta problemática es Mar del Plata, que por decisión del Intendente Guillermo Montenegro, debió volver a la fase 3 del Aislamiento, de acuerdo a la normativa vigente de la Provincia de Buenos Aires, en la cual cerraron numerosas actividades que habían sido habilitadas en las últimas semanas.
La filial local de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva emitió un duro comunicado el pasado 27 de agosto, donde se destacaba que “la variable limitante de la calidad de atención y las probabilidades de buenos resultados para los pacientes es y será el recurso humano especializado. Este recurso es insuficiente para satisfacer la demanda asistencial”, remarcando que “el cuidado del paciente crítico es un proceso complejo que requiere el abordaje multidisciplinar (enfermería, kinesiología y médicos intensivistas)”.
Por otro lado, señalaba que “los resultados favorables para los pacientes dependen primariamente del trabajo en equipo del personal sanitario y secundariamente de la disponibilidad de recursos materiales (camas, respiradores e insumos técnicos)”, subrayando que “una proporción variable del equipo de salud (entre el 12-30%) contra la infección y abandona transitoriamente sus tareas, reduciendo las posibilidades de atención de calidad a los pacientes”.
En concreto, lo que advirtió el SATI marplatense es sobre la necesidad de hablar de camas operativas y no de camas físicas. La licenciada en enfermería Mariana Torre afirmó que “a estas camas y respiradores los manejan profesionales y resulta que nosotros estamos tratando de llamar la atención con el concepto de cama operativa, que es la cantidad suficiente de profesionales para atender a esas personas con patologías complejas”. En función de estos conceptos, el sistema mostraba en las últimas jornadas una ocupación del 80% entre el sector público y privado.
En la misma línea se manifestó el Jefe de Sala de Servicio de Terapia Intensiva del HIGA (Hospital Interzonal General de Agudos), Ralph Vargas Martínez: “Yo puedo tener mil camas de cuidados intensivos, pero si no tengo el personal adecuado, entrenado, en cantidad y calidad, no voy a poder atender las mil camas. Gracias a Dios no nos faltan camas, nos falta recurso humano, es el punto crítico en este momento, es lo que nos asusta a nosotros”.
Mar del Plata sufrió desde comienzos de la pandemia una gran cantidad de infectados en el personal de salud en relación a las estadísticas nacionales. Durante el mes de julio, llegó a tener un 20% de contagios entre médicos y enfermeros, cuando a nivel nacional era del 8%. En la actualidad, la incidencia en la ciudad bajó al 12%. El problema se agrava por la gran cantidad de personal aislado ante el fuerte avance de los contagios en la ciudad. Mientras que en julio se registraron 773 casos, en lo que va de agosto hay 2531.
Pero tampoco se puede pasar por alto el sistemático colapso del sistema sanitario de Mar del Plata. En Mayo de 2017, la propia ex ministra de Salud provincial, Zulma Ortiz, se mostraba públicamente preocupada por el faltante de camas en la ciudad: “No tiene la cantidad suficiente para la población que hay”. Por su parte, la ex titular del PAMI local, María Navarro Granollers, reconocía en febrero de aquel año que “Mar del Plata tiene la menor cantidad de camas de internación por habitantes del país”. Como ya se informara desde este medio, la ciudad posee un promedio de 2 camas por cada 1000 habitantes, cuando la Organización Mundial de la Salud recomienda entre 8 y 10 unidades.
A nivel nacional, aunque se agregaron en los últimos meses 4.000 camas más de terapia intensiva en todo el país para afrontar la pandemia, y a pesar que Argentina posee más médicos por habitantes que Brasil, Suecia y Canadá, se registra una alarmante carencia de personal especializado, por falta de formación y malas condiciones laborales, en especial por parte del Estado. Lo peor de todo es que la historia, como siempre en el país, se repite una y otra vez.
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El título dice que soy Licenciado en Periodismo, pero eso poco importa. Lo más importante es que solo dependo de mi.