La imagen era patética. Mientras la Argentina no salía de la conmoción causada por el brutal asesinato de una nena de 11 años en Lanús el pasado miércoles 9 de agosto, algunos de los dirigentes más importantes del oficialismo asistían a un acto de campaña en el Parque Industrial de General Pueyrredon pronunciando frases desopilantes sobre un país que sólo existe en su imaginación.
Allí estaban el precandidato presidencial kirchnerista y ministro de Economía Sergio Massa, el ex gobernador bonaerense y embajador ante Brasil Daniel Scioli, y la titular de ANSES y precandidata a la intendencia de Mar del Plata Fernanda Raverta, entre otros. No estaba Guillermo Montenegro, nada menos que el jefe comunal de la ciudad, que como no es oficialista, no fue invitado al encuentro pese a que el Parque Industrial pertenece al distrito que él gobierna.
Las cosas que dijeron no le importan a nadie. Frases de ocasión y declaraciones tribuneras, con esos rostros impávidos que ya exasperan. Pero los medios locales se hicieron eco de las mismas y las publicaron como si se trataran de palabras de grandes estadistas.
Pero los que allí estaban no eran estadistas. Apenas dos hombres que en una sociedad un poco más exigente no deberían llegar ni a directivos de un club de barrio. Arribistas, sin principios éticos, ventajeros, ni siquiera con demasiadas luces.
Sergio Massa, un dirigente que mamó lo peor de la política. Sus maestros fueron Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Pero a él solo le importa el mismo. Llegar, a como de lugar y caiga quien caiga.
Que con 120% de inflación, una actividad económica parada, y el 50% de pobreza, el responsable que maneja la economía tenga algunas chances de ser el próximo Presidente tal vez hable peor de nosotros que de él.
O de aquellas personas que lo protegen, como importantes empresarios de medios, y del fútbol. Todo sea para “morder” de algún lado. Massa es, a todas luces, un peligro para sí mismo pero también para toda la sociedad, incluyendo a su propio espacio político.
Daniel Scioli, un hombre incapaz (de manifestar alguna idea sólida). Un verdadero misterio para la ciencia política: no se puede explicar con argumentos científicos cómo llegó donde llegó. Pocos recuerdan que hace apenas 8 años estuvo a sólo 3 puntos de ser Presidente.
Estuvo al frente de la provincia de Buenos Aires 8 años. En materia de seguridad, lo único que hizo fue sumar policías. Como un equipo de futbol carente de gol y cuyo técnico sólo atina a sumar delanteros. SI atrás de eso no hay un equipo que lo respalde, es poco lo que podrán hacer.
En el año 2007, cuando asume Scioli su primera gestión, la policía bonaerense contaba con 48.000 agentes. Al culminar sus dos gobiernos, en 2015, la fuerza ya tenía 77.000 efectivos, además de 18.000 policías locales, creadas por decreto el 30 de junio de 2014 para localidades de más de 70.000 habitantes.
Pero esa notable suba de agentes policiales no se tradujo en una baja del delito. Por el contrario, según estadísticas de la propia Procuración de la provincia de Buenos Aires, mientras que en 2007 hubo una tasa de 6,1 homicidios dolosos cada 100.000 habitantes, 7 años después, en 2014, la misma fue de 9,5.
En otros términos, en igual período, la cantidad de efectivos de la bonaerense creció un 60%. Pero también crecieron los delitos un 50%.
Más aún. De acuerdo a la información oficial, mientras que en 2007 se registraron 559.385 Investigaciones Penales Preparatorias, en 2015 se verificaron 719.728, lo que representa un aumento de casi un 30%.
En tanto, en 2022 hubo 924.492 investigaciones. Respecto a 2007, casi un 65% más.
Peor no se puede estar. O tal vez sí.
Solo en su segundo mandato, entre 2011 y 2015, Daniel Scioli anunció cuatro planes de seguridad, siempre a partir de un hecho de inseguridad con fuerte impacto en la opinión pública.
El 3 de abril de 2014, en La Matanza, Horacio Romero, remisero de 59 años, fue baleado en la cabeza por tres delincuentes luego de dejar a una pasajera. Y Martín Ledesma (24) fue asesinado de un disparo por tratar de defender a su padre en un asalto.
Apenas dos días después, el entonces gobernador lanzaba su más recordado paquete de medidas, cuando decretó la emergencia en seguridad durante 12 meses en todo el territorio bonaerense.
Parecía que habíamos caído bien bajo. Pero siempre se puede seguir cayendo.
Entre otras decisiones, se anunció una inversión de $600 millones en equipamiento, la creación de 8 alcaidías para alojar 1000 detenidos, y un proyecto para crear 10 fiscalías especializadas en narcotráfico. Además, se decretó la «convocatoria inmediata» de personal retirado de la policía, y la incorporación de 10 mil uniformados que se estaban preparando en ese entonces en las escuelas de formación de la Provincia.
Más de lo mismo.
Unos datos del INDEC de 2021 respecto a la provincia de Buenos Aires, que incluyen los 4 años de gestión de María Eugenia Vidal, ayudan a entender un poco más la situación.
_ En los hogares indigentes el déficit de recursos para emerger de la pobreza alcanza el 78% de sus canastas totales. Y en las familias pobres, el 43%
_ El 62% de los menores son pobres y el 19% son indigentes.
_ El segundo grupo poblacional más afectado por la pobreza son los jóvenes de 18 a 24 años. El 54% de la población de esta franja etaria es pobre y un 16% son indigentes.
_ Los problemas de empleo se intensifican en la población pobre. La tasa de ocupación de los pobres es significativamente baja (25%) en comparación con la del total poblacional (36%) y cerca de un 64% de las ocupaciones de los pobres son informales.
_ El 30% de los jóvenes indigentes declara no trabajar ni estudiar.
Queda claro que la situación siguió empeorando.
Por su parte, Massa, en tanto ministro de Economía, también tendría que dar algunas explicaciones. Como por ejemplo explicar por qué ajusta donde no tiene que ajustar.
Mientras que las erogaciones previstas en niños, niñas y adolescentes en el Presupuesto 2022 representaban el 2,05% en relación al PBI, para este año las mismas cayeron al 1,84%, “lo que equivale a una caída del orden del 10% en términos de nivel de actividad”.
De acuerdo a UNICEF, las partidas previstas para el año en curso dirigidas a los chicos totalizan $2.710.482 millones, mientras que en 2022 fueron de $1.676.326 millones.
En verdad, según el sitio oficial “Presupuesto abierto”, el total ejecutado fue de $1.767.173,6 millones. Tomando esta última cifra, se trata de un aumento de poco más del 50%, cuando la inflación interanual ya está en el orden del 120%.
En su informe, UNICEF advierte que en el Presupuesto 2023 hay “caídas en términos reales para todas las líneas de las asignaciones familiares”, detallando que, para el caso de las Asignaciones Universales por Hijo y por Embarazo, “la reducción es entre un 3% y un 10%”, según el nivel de inflación que se tome.
Una pequeña muestra que ayuda a entender apenas algo del desastre que estamos viviendo en la Argentina. Con la anuencia de una parte de la sociedad que por momentos, parecía más preocupada por la eliminación de River de la Copa Libertadores que por el crimen de Lanús.
pablo@elobservadoronline.com.ar
@PortaluppiPablo
El título dice que soy Licenciado en Periodismo, pero eso poco importa. Lo más importante es que solo dependo de mi.